En su infancia, Opal Whitely escribió estas palabras acerca de la reconciliación con el poder de lo salvaje:
Hoy hacia el anochecer
me adentré un poco con la niña ciega
en el bosque donde todo es
sombra y oscuridad.
La acompañé hacia una sombra
que venía a nuestro encuentro.
Le acarició las mejillas
con sus dedos de terciopelo
y ahora a ella también
le gustan las sombras.
Y el miedo que tenía se ha ido.
Lo salvaje femenino no sólo se puede sostener en todos los mundos sino que sostiene todos los mundos.
Los sueños son compensatorios, son un espejo del inconciente profundo en el que se refleja lo que se ha perdido y lo que todavía se tiene que corregir y equilibrar. Por medio de los sueños el inconciente produce constantemente imágenes que nos enseñan. Por consiguiente, como el legendario continente perdido, la tierra salvaje de los sueños surge de nuestros cuerpos dormidos envuelta en un vapor que se extiende por todas partes y crea una patria protectora por encima de todas nosotras. Éste es el continente de nuestra sabiduría. La tierra de nuestro Yo.