Inshalá
Por Juan Bedoian.
Durante un delicioso tour por Marruecos protagonizado por un grupo de argentinos bautizado como La Secta Fez, la guía marroquí que los acompañó, Muna, usaba con frecuencia la palabra inshalá. Esa palabra formaba parte de su vocabulario ante cualquier situación y en cualquier idioma (manejaba con fluidez el español y el francés), y en todos los casos parecía un uso adecuado a la situación, una respuesta que se acomodaba como un guante perfecto en una mano. Hubo una larga explicación de Muna sobre esa palabra que en sus labios parecía sabia, sugerente, a veces amable y a veces firme. Inshalá puede significar muchas cosas o nada, es una palabra ambigua y clara a la vez, y cada acepción depende del contexto, explicó Muna. Traducidos al español, los significados más frecuentes eran ojalá y quizá.
Efectivamente, la palabra ojalá proviene del árabe law sá lláh, que quiere decir "si Dios quiere" y denota el vivo deseo de que suceda algo. La palabra quizá (del latín qui sapit, quién sabe) también participa de esa ambigüedad y expresa una posibilidad. Pero la cosa, según dijo Muna, no era tan simple. En cierto contexto, inshalá quiere decir no, de ninguna manera, y en otro, es bastante probable que eso suceda.
En realidad, menos que de léxico, Muna estaba hablando de distintas formas de pensar el mundo, de culturas que se relacionan de otra manera, estaba hablando de que lo fundamental para construir un destino es descifrar, no decidir. Y que esa palabra, inshalá, era la mejor porque penetraba en lo oscuro de las cosas de esta tierra de una manera sabia.
Quizá Muna tenía razón: quizá los mejores momentos de la historia no son aquellos en que se dice sí de antemano, sino aquellos en los que se dice quizá, porque el hombre no puede decir sí hasta después, pues no sólo no lo sabe hasta entonces, sino que no quiere saberlo hasta entonces. Inshalá.
Durante un delicioso tour por Marruecos protagonizado por un grupo de argentinos bautizado como La Secta Fez, la guía marroquí que los acompañó, Muna, usaba con frecuencia la palabra inshalá. Esa palabra formaba parte de su vocabulario ante cualquier situación y en cualquier idioma (manejaba con fluidez el español y el francés), y en todos los casos parecía un uso adecuado a la situación, una respuesta que se acomodaba como un guante perfecto en una mano. Hubo una larga explicación de Muna sobre esa palabra que en sus labios parecía sabia, sugerente, a veces amable y a veces firme. Inshalá puede significar muchas cosas o nada, es una palabra ambigua y clara a la vez, y cada acepción depende del contexto, explicó Muna. Traducidos al español, los significados más frecuentes eran ojalá y quizá.
Efectivamente, la palabra ojalá proviene del árabe law sá lláh, que quiere decir "si Dios quiere" y denota el vivo deseo de que suceda algo. La palabra quizá (del latín qui sapit, quién sabe) también participa de esa ambigüedad y expresa una posibilidad. Pero la cosa, según dijo Muna, no era tan simple. En cierto contexto, inshalá quiere decir no, de ninguna manera, y en otro, es bastante probable que eso suceda.
En realidad, menos que de léxico, Muna estaba hablando de distintas formas de pensar el mundo, de culturas que se relacionan de otra manera, estaba hablando de que lo fundamental para construir un destino es descifrar, no decidir. Y que esa palabra, inshalá, era la mejor porque penetraba en lo oscuro de las cosas de esta tierra de una manera sabia.
Quizá Muna tenía razón: quizá los mejores momentos de la historia no son aquellos en que se dice sí de antemano, sino aquellos en los que se dice quizá, porque el hombre no puede decir sí hasta después, pues no sólo no lo sabe hasta entonces, sino que no quiere saberlo hasta entonces. Inshalá.